domingo, 4 de noviembre de 2012

Mi papá lo llamaba Nunito



Mi papá lo llamaba Nunito

Este fue el pensamiento que prevalecía en mi mente durante esta semana que vimos partir a mi hermanito. Mi otro hermano y yo comentábamos nuestros recuerdos de niños; Santiago siempre fue ese niñito pequeño y enfermizo, con mucha dificultad para respirar por el asma, pero con unos ojos grandes y luminosos y una sonrisa fácil. Qué irónico que nuestros últimos recuerdos de él son los mismos, la misma dificultad para respirar, los mismos ojos expresivos y su sonrisa cuando nos veía llegar.

Mi papá lo llamaba Nunito

Llegó sigilosamente - mi mamá no supo que estaba embarazada sino hasta los seis meses, no me pregunten cómo, y luego nació rápidamente, sólo tres meses después. Yo tenía tres años, mi otro hermano tenía uno y no podíamos pronunciar su nombre "Edmundo" así que decíamos "Nuno". Y Nuno le quedó, si no para nosotros, que siempre le dijimos Edmundo, sí para mis primos que hasta la fecha preguntan por "Nuno".

Mi papá lo llamaba Nunito

Mi hermano tenía un gran corazón. No solo era muy generoso, siempre lo fue desde pequeño, sino que físicamente su corazón era grande y fuerte. A pesar de no haber sido deportista de pequeño, ya adulto se aplicó al ejercicio y llegó incluso a certificarse como personal trainer en un viaje que hizo a California con ese propósito. Corrió la maratón de San Silvestre varias veces y el haber sufrido tanto el asma durante sus primeros años le desarrolló una gran resistencia al dolor, lo cual compartía con los grandes atletas, que no se dejan vencer por el dolor. Esa fortaleza física le ayudó en sus últimos años, en esa lucha contra esa enfermedad insidiosa y traidora.

Mi papá lo llamaba Nunito

Mi hermano compartía con mi papá el nombre Santiago y también una gran semejanza física. Y, al igual que mi papá, el legado de mi hermano no fue de títulos, riquezas y propiedades sino de afecto, solidaridad, amistad y cariño. Todos lo recordaremos por su buena disposición a servir y ayudar, su entusiasmo y su compañerismo. Hoy, que no lo tenemos, agradecemos la compañía y el cariño de sus amigos y compañeros, que no lo olvidarán y que igual que nosotros, su familia, siempre lo llevarán en su mente y en su corazón; el recuerdo feliz del buen amigo, del entusiasta trabajador y el paño de lágrimas de muchos de nosotros, para quienes siempre estuvo listo y dispuesto.

Y mi papá, lo llamaba Nunito

Texto y fotografías bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 Guatemala

martes, 31 de enero de 2012

Las galletas Cameo de don Aníbal


En el tiempo que duraron nuestras aventuras en el territorio de los Estados Unidos denominado Puerto Rico, tuvimos la fortuna de tener la visita de don Aníbal un par de veces. En alguna de esas visitas, ocurrió el descubrimiento de las galletas Cameo, las cuales se convirtieron inmediatamente en un snack favorito de la familia, especialmente de don Aníbal.

En lo sucesivo, don Aníbal llevaba en su equipaje de vuelta a casa un par de paquetes de las mencionadas galletas Cameo y le gustaba compartirlas con mis hijos, quienes eran felices comiendo las galletas favoritas del abuelito. Como no las hemos (hasta la fecha) visto en Guatemala, también acarréabamos con las galletas "para el abuelito" cada vez que viajábamos a los Estados y las galletitas siempre eran bienvenidas con una sonrisa por don Aníbal.

Ayer fuí al supermercado aquí en San Pedro Sula y para mi sorpresa, me encontré las galletas Cameo. Teníamos más de 2 años de no encontrarlas en ninguna parte y pensábamos que no las hacían ya. Pero no es así, allí están todavía y los nietos recordarán las galletas favoritas del abuelito.

Dos años de no ver las Cameo. Cuatro años de extrañar a don Aníbal. Muy cariñosamente recordado.

Texto y fotografías bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 Guatemala