miércoles, 24 de julio de 2019

Recuerdos del futuro


Ayer, 23 de julio, fue el cumpleaños número 91 de don Aníbal. Me recordé temprano y mientras miraba algunas fotos de mi papá, con algo más que el asomo de una lágrima en mis ojos, me recordaba que a él nunca le gustó celebrar su cumpleaños.

Desde que tengo memoria, no hubo celebraciones de cumpleaños el 23 de julio. No sé en realidad si es porque no tenia costumbre, porque en su casa de pequeño no se lo celebraban o porque tal vez, de alguna manera, sabía lo que le iba a tocar. Porque el 23 de julio de 1981 estábamos en el cementerio, enterrando a la abuelita Fide, su mamá.

Después de eso ya ni siquiera le recordábamos que era su cumpleaños. Más bien yo le daba un buen regalo del día del padre en junio, el que hubiera sido su regalo de cumpleaños.

En fin, me acordaba también que mi papá siempre dijo que el nunca cumplió más de 33 años, que hasta allí había llegado y no había incrementado su edad. (Yo me quedé en 25). Tampoco nunca me dijo claramente por qué había escogido esa edad pero como cada uno piensa que uno es el centro del universo, creo que sé la razón.

El año que mi papá cumplió 33 años fue el año que nací yo, su primogénito.

Y pensando en su cumpleaños espero que don Anìbal esté en su casa, en esa mítica tierra de los recuerdos, la Guatemala de ayer donde disfruta de su sillón favorito en la sala, con su gato favorito Mustafá a sus pies y su crucigrama de la Prensa Libre.

Feliz cumpleaños don Aníbal. Felices 33 años.