domingo, 30 de noviembre de 2008

Hace un año

Don Aníbal en 1974

Hace un año, don Aníbal partió a la Guatemala de nuestros sueños y recuerdos, donde no hay maldad, enfermedad ni impuestos, donde los chuchos no ensucian la casa y los gatos no dejan pelusa ni nada "desagradable" en la cama.

Es una buena oportunidad para repetir y ampliar sobre lo que dije en su despedida.

En lugar de abandonarnos a la tristeza por la separación, agradezcamos el haberlo tenido. El papá, el amigo, el buen vecino, el abuelito cariñoso, el amante esposo, el querido suegro... siempre estará en nuestros recuerdos

Y especialmente por todas las cosas que nos enseñó. Nos enseñó a ser un buen amigo y miembro de la comunidad. Durante muchos años sacrificó sus fines de semana recogiendo la limosna de la misa y llevó las finanzas de esa iglesia de la colonia, con honradez y exactitud. La gente de Monte María lo recuerda por eso, siempre llevando y trayendo la limosna y contribuyendo con nuestra iglesita, la que fue un sueño de muchas personas de nuestro vecindario, que finalmente se realizó como fruto de nuestros esfuerzos.

Mi papá nos enseñó la constancia. Trabajó muchos años en la Contraloría de Cuentas, hasta su retiro. Alguien podría decir que eso mostraba una falta de ambición, pero yo lo veo como la constancia del buen empleado, fiel y honrado, que hacía su trabajo a conciencia y completo. Nunca utilizó su posición para influenciar procesos ó decisiones que podrían haber convenido a otros, a pesar de haber tenido oportunidad de hacerlo. Y con eso, nos enseñó honradez.

Mi papá me enseñó el valor del liderazgo. Fue varias veces presidente de la Asociación Tejutleca y fue uno de los "cabecillas" del llamado "grupo de los 60", contralores que fueron injustamente despedidos por el entonces Contralor General. El "grupo de los 60" consiguió su reinstalación y la Asociación Tejutleca, hasta hoy, llora la pérdida de uno de sus más queridos miembros.

Mi papá nos enseñó el valor de la familia. Lo más importante para él fue siempre la familia y fue, al menos en sus últimos años, un amoroso abuelito, un amante esposo, un cariñoso padre y suegro.Y siempre recordó con intenso amor a mis abuelitas. A las dos.

Y mi papá nos enseñó el valor de la riqueza interior. Todos nosotros, sus amigos y vecinos lo queríamos mucho y lo extrañamos pero no por lo que tenía, porque casi no tenía nada. Yo me pongo a ver todas las riquezas materiales que hemos acumulado y comparo con las posesiones de mi papá cuando murió: tanto, comparado con tan poco. Pero él era feliz con eso. Así que no necesitamos de todas esas cosas si tenemos familia y amigos que nos quieran.

Eso es lo que aprendí. Eso es lo que recuerdo.

Te extrañamos mucho papá. Te queremos mucho y te recordamos siempre.

Texto y fotografías bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 3.0 Guatemala

1 comentario:

Nancy dijo...

Qué hermoso es venir de una familia de principios. Haber aprendido sobre lo que realmente nos enaltece y nos hace mejores. Comparto también esa dicha de poder caminar con la frente en alto. Qué rico se siente. Yo no tengo posesiones, mi riqueza la conforman mis dos hijas. Ojalá ellas sepan valorar esa riqueza interior, esa integridad que trato de heredarles, de la misma manera que valoras tú la enorme fortuna que te dejó tu padre. Saludos